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domingo, 19 de junio de 2011

Breve aproximación al tejido óseo.

El esqueleto humano está compuesto por huesos: piezas independientes, duras, constituidas fundamentalmente por tejido óseo.

Estos sostienen todo el cuerpo, todos los movimientos corporales se basan en el desplazamiento de uno o varios huesos respecto a otros, en ellos se apoyan o sustentan todos los órganos del cuerpo; además, protege las estructuras corporales más delicadas (pensemos, por ejemplo, en el cerebro dentro del cráneo, o el corazón y los pulmones dentro de la caja torácica).

También es el principal reservorio natural de calcio y fósforo para el cuerpo (el ión calcio es muy importante, fundamental por ejemplo para la contracción muscular). Por último, participa en la formación de células de la sangre (hematopoyesis).


El tejido óseo es el principal tejido de sostén de los vertebrados (salvo algunos peces primitivos que poseen un esqueleto cartilaginoso).

Existen dos grandes tipos de tejido óseo: el hueso compacto y el hueso esponjoso. El compacto forma el exterior, la parte dura de todos los huesos. El hueso esponjoso se encuentra en el interior de los huesos grandes.

Comenzaremos con el hueso compacto. En este tejido la matriz extracelular no solo es sólida, también está muy endurecida, gracias sobre todo a la acumulación de sales de calcio. Además, la matriz se encuentra muy organizada, para que la resistencia se aplique de manera preferencial en ciertas direcciones.

Osteocitos
Hay dos tipos principales de células en el tejido óseo. Las más abundantes son los osteocitos, encargados de fabricar y mantener en buen estado la matriz extracelular; se encuentran en unos huecos de la matriz denominados lagunas. En este caso, las lagunas están interconectadas entre si, al igual que lo están los osteocitos (emiten prolongaciones a lo largo de los canales que conectan las lagunas).
El tejido óseo es vascular, y los osteocitos son capaces de captar calcio de la sangre, pasárselo de unos a otros si se encuentran lejos de algún vaso sanguíneo y fabricar matriz extracelular o acumular calcio en ella. El segundo tipo celular son los osteoclastos. Su papel es el contrario al de los osteocitos, son los encargados de destruir la matriz extracelular ósea y pasar calcio a la sangre cuando esto es requerido.

Esquema de osteona
Como decíamos la matriz extracelular se encuentra muy ordenada. Se organiza en una serie de estructuras cilíndricas, concéntricas, denominadas osteonas (o sistemas de Havers). Forman grandes cilindros, que a su vez están formados por cilindros más pequeños. En el centro de cada osteona hay un tubo hueco, denominado conducto de Havers por el que discurre un vaso sanguíneo (que nutre a todos los osteocitos de la osteona) y nervios. Además, en este canal central es donde se encuentran los osteoclastos.





Los conductos de Havers pueden enlazarse entre si mediante canales transversales conocidos como conductos de Volkmann.


Tejido Óseo: conductos de Havers y canales de Volkmann

En cuanto al hueso esponjoso, su matriz también está calcificada, pero no forma osteonas. Como su nombre indica, tiene forma de esponja (constituyen unas estructuras canaliculares llamadas trabéculas), ya que deja grandes huecos. En el interior del hueso compacto se encuentran las células encargadas de la hematopoyesis, es decir, encargadas de la fabricación de las células de la sangre.

En la mayor parte de los huesos del cuerpo encontraremos, además una capa conjuntiva que rodea al hueso, lo protege y se encargará además de facilitar el crecimiento en grosor del mismo. Se denomina periostio.

Existen cuatro tipos fundamentales de huesos:
  • Huesos cortos: pequeños y con medidas similares en las tres dimensiones del espacio.
  • Huesos planos: forma aplanada, es decir, hay dos dimensiones que son más relevantes que la tercera.
  • Huesos largos: una dimensión predomina sobre las otras dos. Están constituidos por tres partes:
  1. Epífisis: extremo del hueso, normalmente ensanchado.
  2. Díafisis: parte central, alargada y hueca.
  3. Metáfisis: zona de unión entre la epífisis y la diáfisis. Es la zona de crecimiento del hueso.
  • Huesos irregulares: tiene formas complejas, que no pueden definirse como ninguna de las anteriores. Por ejemplo, el esfenoides en el cráneo o las vértebras.


Tipos de huesos y partes de los huesos largos

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