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miércoles, 28 de septiembre de 2011

El órgano cutáneo: anatomía de la epidermis


La epidermis es la capa más externa de la piel y por lo tanto, la que está a la vista, en contacto con el exterior. Está constituida por un epitelio estratificado plano y queratinizado (o cornificado) en sus capas más externas; al fin y al cabo, debe tener una cierta dureza y consistencia, ya que es la primera barrera frente a las agresiones exteriores. Su grosor es muy variable, pudiendo tener menos de 0,1 milímetros en algunas zonas de piel fina, como los párpados, o más de 1,5 milímetros en las plantas de los pies.
Como se trata de un tejido epitelial, no tiene irrigación propia (es avascular), nutriéndose por difusión a partir de la dermis. Apenas posee terminaciones nerviosas; la sensibilidad de la piel se encuentra mayoritariamente en la dermis.
Corte transversal de piel.
Embriológicamente, la epidermis deriva de la capa ectodérmica (la misma capa que formará, además el sistema nervioso).

Para comprender el funcionamiento de la epidermis, debemos analizar su estructura y sus tipos celulares más importantes.

Queratinocitos.

Son las células más características de la epidermis, constituyendo más del 90 % del tejido. Son las células puramente epiteliales que constituyen el epitelio estratificado; este recibe la calificación de plano por las capas superiores, constituidas por células planas (que además están altamente queratinizadas), aunque en sus estratos inferiores tienen formas más bien cubioideas o cilíndricas.

Se denominan queratinocitos porque, a lo largo de su crecimiento, partiendo de la base del epitelio de la que surgen y siendo empujadas hacia estratos superiores por el crecimiento de nueva células, se van cargando de queratina; esta es una proteína fibrilar de la familia de los filamentos intermedios encargada de aportar dureza y rigidez; es la causante de que las últimas capas de la epidermis sean mucho más duras.

Por lo tanto, podremos estudiar la epidermis como un tejido epitelial formado por una serie de capas o estratos, por los cuales van pasando las células desde que son formadas, por mitosis, en los estratos inferiores (limítrofes con la membrana basal y la dermis) hasta que llegan a la parte superior del epitelio (empujadas por nuevas células formadas en estratos inferiores). Por esto decimos que la piel es un tejido en renovación continua.

Comencemos a estudiar las capas de la epidermis, comenzando por las capas inferiores.

Estrato Basal: se denomina también estrato germinativo o proliferativo. Está constituido por una hilera de células de morfología poligonal, cúbica o ligeramente cilíndrica y que se encuentran en división continua. Son las únicas células de la epidermis que se dividen, originando dos células hijas; una se quedará formando parte del estrato basal y otra pasará a formar parte del estrato superior, empujando hacia arriba a las células de las capas superiores. Las células basales se encuentran íntimamente unidas entre si (mediante desmosomas) y a la membrana basal (mediante hemidesmosomas).

Estrato Espinoso: también denominado de Malpighi. Constituido por entre 5 y 10 capas de células poligonales, cuya morfología, inicialmente cúbica, se va aplanando según ascendemos por el estrato. Los queratinocitos están conectados por multitud de desmosomas; estos le dan, al ser observadas al microscopio óptico, un aspecto poseer espinas superficiales que le dan nombre. Los desmosomas hacen que el estrato esté muy cohesionado. Las células comienzan a fabricar sustancias cementantes (irán a parar al espacio intercelular, haciendo de cemento) que se acumulan en gránulos visibles al microscopio electrónico denominados corpúsculos de Odland.
Células del estrato espinoso.
Estrato Granular: o granuloso: formado por entre 2 y 5 capas de células de aspecto aplanado, cuyo rasgo más significativo es la acumulación en el citoplasma de gránulos gruesos y de forma irregular. Estos granos están repletos de queratohialina, uno de los componentes de la queratina. Los gránulos de sustancias cementantes, que habían comenzado a aparecer en el estrato espinoso, son aquí más abundantes y liberan al exterior su contenido (rico en glucolípidos y esteroles). Las células comienzan a presentar abundante queratina en su citoplasma y sus componentes celulares, sobre todo mitocondrias y retículo, comienza a desaparecer. Finalmente, acabará deteriorándose y despareciendo también el núcleo.

Estrato Lúcido: aparece solo en zonas de epidermis muy gruesa, como palmas de manos o plantas de pies. Constituido por unas pocas capas de células, muy aplanadas y de coloración blanquecina, muy apretadas entre si, carentes ya de núcleo y la mayor parte de los orgánulos (y por lo tanto, muertas). Están, eso si, cargadas de queratina. No está claro que sea un estrato real y muchos autores lo interpretan como un artificio que aparece al realizar las preparaciones histológicas.

Estrato Córneo: su grosor y su número de capas de células son muy variables dependiendo de la zona de piel, aunque siempre muy numerosos. Las células poseen pocos desmosomas en las partes inferiores del estrato córneo y estos serán tanto más escasos cuanto más ascendamos por el mismo; de este modo, en las capas superficiales, al haber pocos desmosomas, las células están sueltas, aisladas y se desprenden de este modo, sin formar grandes escamas de piel. Las células del estrato córneo carecen de núcleo y solo presentan restos de orgánulos en el citoplasma; todo él está cubierto por filamentos de queratina. La membrana celular se encuentra engrosada y cubierta en su cara interna por glucolípidos. El espacio intercelular es rico en lípidos cementantes que mantienen una cierta cohesión. Las células van sufriendo esta evolución según van siendo empujadas a la superficie, donde se van desprendiendo de forma continua mediante un proceso de descamación. A esta zona de descamación algunos autores los denominan estrato descamativo. También hay quien distingue en el estrato córneo dos zonas en función de la cohesión que presentan las células, el estrato compacto (o compactum) en las zonas más profundas y el estrato disjunto (o disjuntum) en las zonas más superficiales.
Estratos de la epidermis.
Como ya hemos indicado los queratinocitos se unen firmemente entre si, sobre todo en las capas inferiores, mediante uniones denominadas desmosomas. En los desmosomas están implicados los citoesqueletos de las dos células, las dos membranas y unas proteínas presentes en el espacio intercelular e intracelular que aseguran la unión de las dos células. En las células basales se forman hemidesmosomas, que son estructuras similares, pero que en este caso anclan a la célula a la membrana basal (encargada de sujetar y nutrir al epitelio). Cuando los desmosomas no se desintegran correctamente en las partes superiores de la epidermis, se ocasionarán descamaciones irregulares (como ocurre, por ejemplo, en la psoriasis o en la caspa).
Esquema de la epidermis
Los lípidos cementantes presentes entre las células son muy importantes para mantener las propiedades de la epidermis, sobre todo su cohesión y su impermeabilidad. A esto último también contribuye la tendencia de las células a cargarse de queratina.

Melanocitos.

El color de la piel se debe a tres factores básico. Uno es la acumulación de carotenos, que aportan un color amarillo o anaranjado. Otro es la coloración rojiza debida al lecho vascular de la dermis (cuando aja el flujo sanguíneo, la piel se torna blanquecina). Y el tercero y más importante o característico es la presencia de un pigmento marrón, llamado melanina, que se acumula en los queratinocitos de la  piel. Pero los queratinocitos carecen de la maquinaria celular necesaria para fabricar este pigmento; es fabricado por un grupo de células especiales denominados melanocitos.
Embriológicamente los melanocitos no provienen del ectodermo (como ocurre con los queratinocitos), sino de la cresta neural. Se encuentran en la capa basal de la epidermis (aunque en ocasiones pueden aparecer e incluso acumularse en zonas superficiales de la dermis). Son células de morfología más o menos estrellada, con múltiples prolongaciones que se introducen en capas superiores de la epidermis; desde estas prolongaciones, los melanocitos ceden los melanosomas a los queratinocitos mediante un proceso denominada secreción citocrina. Los melanocitos no se unen al resto de células de la epidermis mediante desmosomas y permanecen en el estrato basal sin ascender a estratos superiores.
Fabrican la melanina y la acumulan en unos gránulos denominados melanosomas. Son estos melanosomas los que son cedidos a los queratinocitos. Al proceso de fabricación de melanina se denomina melanogénesis. La melanina es el pigmento encargado de proteger la piel, sobre todo los estratos basales y la dermis, de la acción dañina de las radiaciones solares ultravioletas.

Los melanocitos suponen entre una de cada cuatro y una de cada diez células basales, dependiendo de la región del cuerpo, siendo más numerosos en las mejillas, frente y áreas nasal, oral y genital. El número de melanocitos es similar en todas las razas humanas, variando de unos a otros la capacidad de los mismos para fabricar melanina en condiciones determinadas de luz, así como el tamaño de los melanosomas (es decir, los individuos de raza negra no tienen muchos más melanosomas, sin embargo, en determinadas condiciones de luz, fabrican más melanina, más melanosomas y melanosomas más grandes).
Esquema de un melanocito
Células de Langerhans.

Están presentes por toda la epidermis, aunque no son especialmente frecuentes. Tienden a aparecer con más frecuencia en capas altas del estrato espinoso. Su morfología es estrellada o dendrítica, con prolongaciones que se extienden entre los queratinocitos. No se unen al resto de células mediante desmosomas. Tienen en el citoplasma unos gránulos característicos, con forma de bastón, denominados gránulos vermiformes o de Birbeck.

Estas células forman parte del sistema inmunológico, constituyendo el componente más exterior del mismo, es decir, los primeros que localizan un invasor y avisan si algún cuerpo extraño ha entrado en contacto con la epidermis. Participan en el inicio de las reacciones de la alergia del contacto.
Pueden también encontrarse células de Langerhans en algunas zonas epiteliales de los anexos cutáneos (a los que nos referiremos luego), como glándulas sebáceas, sudoríparas ecrinas o folículos pilosos.

Tienen cierta capacidad de desplazamiento (por eso no están anclados con desmosomas) por diferentes partes de la piel; cuando detectan algún invasor y son activados por este, deben ponerse en contacto con otras células defensivas (sobre todo con linfocitos).

Células de Merkel.

Aparecen en zonas basales de la epidermis, pero son muy escasas. Pueden unirse a las células vecinas mediante desmosomas, incluso pueden acumular algún melanosoma (procedente de melanocitos vecinos). Están relacionadas con el sistema nervioso, constituyen terminaciones nerviosas, considerándoselas, por lo tanto, responsables de la recepción nerviosa (sentido del tacto). No obstante, dado que son muy escasas, debe quedar claro que la recepción nerviosa epidérmica es muy poco importante (la mayor parte del sentido del tacto se encuentra en la dermis).

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