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domingo, 21 de junio de 2015

Insectos: Reproducción.

Insecto Lepidóptero.
Para que tenga lugar la reproduccón debe tener lugar un encuentro. La reproducción suele ser anfigámica, es decir, suelen existir machos y hembras, apareciendo solo un caso de insectos hermafroditas.

El encuentro entre ambos sexos será motivado por medio de señales visuales, olfativas y auditivas. Las más comunes son las visuales, aunque también las más confusas y de ahí que las formas y coloraciones tiendan a ser complicadas. Solo hay un tipo de señales luminosas que no resultan confusas, que es la que aparece en insectos que producen luz. En España encontramos el género Lapyridae, en el que solo emiten luz las hembras, pero en los trópicos son abundantes, variando en cada especie la longitud de onda y las cantidades de luz emitidas, de forma que son reconocidas y no se confunden.

Los estímulos olfativos son mucho más precisos y son mediados normalmente por feromonas. Las mariposas del género Saturnidae advierten la presencia de una hembra a unos once kilómetros de distancia. Reconocen la molécula olorosa y de donde viene.

Las señales auditivas más típicas son las de los saltamontes, que decimos que cantas. Aparecen en otros muchos artrópodos. Y se trata siempre de sonidos o ruidos muy precisos.

Los cortejos prenupciales son una serie de aptitudes o colores que generalmente no se manifiestan o están escondidos, o una serie de movimientos que se realizan de una manera muy estricta. Si se confunden a mitad del proceso, la pareja será rechazada.

Un ejemplo, el género Celopteryx, que habita en ríos, y constan de tres especies. Tienen aparatos genitales directos. En la naturaleza están mezcladas unas especies con otras, pero nunca se confunden, se reconocen unos a otros y un macho nunca copula con una hembra de otra especie.

Las hembras suelen rechazar siempre a los machos que no son aun reproductores, ya que suelen poseer una coloración diferente. Y lo mismo ocurre con las hembras. También se rechaza a las hembras que acaban de ser fecundadas. En cuanto la hembra es fecundada, normalmente solo piensa en comer para aumentar de peso, ya que en la puesta perderá mucho peso.

En muchos casos se da alimentación de cortejo. Es habitual en especies predadoras. Existen sistemas de protección del macho para no ser devorado por la hembra. Entrega a la hembra una presa adecuada, de forma que come durante el tiempo que dura la cópula.

En la Mantis, por ejemplo, no funciona así y la hembra suele comerse al macho. Pero evolutivamente encontramos muchas variaciones, incluso machos que entregan a la presa envuelta o que en ocasiones engañan a la hembra, envolviendo entre seda una piedra u otro objeto, en lugar de la citada presa.

En la especie Serromyia femorata la hembra chupa al macho, cuando la hembra se separa de la cópula, del macho solo queda la cáscara o cubierta exterior, el resto se lo ha comido la hembra.
 
Cópula de Serromyia femorata.
Todos los insectos copulan (algo que no se puede decir de todos los artrópodos). Una vez fecundada, la hembra busca un sitio adecuado y pone los huevos (con el ovopositor). El huevo fecundado ha partido de un óvulo del tipo centrolecito.
 
Óvulo Centrolecito.
Está rodeado por unas estructuras muy resistentes, que evitan que se sequen. Por el polo animal hay una serie de estructuras donde acceden los espermatozoides. Una vez fecundado, el núcleo se divide, sin que se divida el huevo. Tenemos muchos núcleos en una sola célula. Se desplazan hacia el periplasma. Algunos se quedan en el interior y son digeridos junto con el vitelo. Posteriormente la zona exterior, el periplasma con los núcleos, se tabicará y obtendremos algo parecido a una blástula. Cuando acabe el desarrollo embrionario, el huevo eclosiona y nos aparecerá la larva. Ahora comienza el desarrollo postembrional.

Partimos de un huevo que acaba de eclosionar. Tenemos varias opciones. Una de ellas es el desarrollo ametábolo, que es el que seguirá, por ejemplo, el género Thysanura. En este desarrollo la larva es exactamente igual que el adulto, pero más pequeña y con las gónadas inmaduras, presentando los orificios genitales cerrados. Se van sucediendo mudas y van apareciendo individuos cada vez mayores, pero morfológicamente similares, hasta que la larva adquiere el tamaño necesario y tiene lugar la muda imaginal, tras la cual se obtendrá un animal morfológicamente similar al que apareció tras el desarrollo embrionario, pero más grande. Se denominará adulto o Imago y en este sus orificios genitales ya están abiertos. este ya no mudará más.
 
Desarrollo ametábolo.
Algunos hapteridotas siguen mudando una vez alcanzada la madurez, pero esto no es lo normal.

Como decíamos, este desarrollo se denomina ametábolo, es decir, sin metamorfosis. La larva no sufre cambios. La metamorfosis supone los cambios de tamaño, forma e incluso hábitos de vida, que sufrirá el insecto en el transcurso de su desarrollo postembrionario.

Entre los insectos ametábolos se encuentran los hapteridotas (insectos sin alas) y los exopterigotas ápteros.

La metamorfosis nos marca el grado de diferencia ecológica entre la larva y el adulto.

El segundo modelo de desarrollo postembrionario es el heterometábolo. En este caso tiene lugar una metamorfosis incompleta. Presentan este tipo de desarrollo todos los exopterigotas no ápteros, como por ejemplo los saltamontes. El individuo larvario es similar al adulto, pero las alas aparecen como pterotecas, es decir, no son alas como las del adulto. En ocasiones estas pterotecas aparecen en la segunda o tercera muda. Las alas definitivas se desarrollan de golpe, en una sola muda. La metamorfosis queda reducida prácticamente al desarrollo final de las alas en la muda imaginal.
 
Desarrollo hemimetábolo.
El desarrollo heterometábolo aparece en hemimetábolos.

Pero puede suceder que las larvas presenten adaptaciones que no aparecen en los alumnos. La metamorfosis es algo mayor que en el caso que hemos descrito. Sucede cuando los parte de su vida es acuática y parte terrestre y la fase anterior al imago es diferente al imago, las pterotecas comienzan a aparecer desde el principio del desarrollo.

La tercera opción es el desarrollo holometábolo, en el cual a larva no se parece en nada al adulto. Su apariencia es totalmente diferente. A partir del huevo nace una larva que no tiene pterotecas, ni ojos compuestos, ni antenas. No se parece en nada a un insecto adulto. Las sucesivas mudas dan lugar a larvas cada vez más grandes, aunque nunca mudará muchas veces. En el último estadío larvario, en la larva se desarrllona internamente unas masas de células, diferenciadas ya desde el desarrollo embrionario, denominados discos imaginales. La larva sufre una internamente una histolisis de sus tejidos larvarios, se destruye hasta el sistema nervioso. Y se forma un sistema nuevo. La oruga comienza a comportarse de una manera anómala, llega un momento en el que sufrirá la muda pupal. Lo que surge de la ecdisis de esta muda es la pupa, que tampoco se parece en nada a un adulto. Posee forma de momia. Pero la verdadera metamorfosis ya ha tenido lugar (es decir, la verdadera metamorfosis es la que supone el paso de la oruga al la pupa). La pupa ya posee esbozos de alas y antenas. Y será la pupa la que sufra la muda imaginal y de la cual nacerá el imago o individuo adulto.
 
Deesarrollo holometábolo
Lo importante de este desarrollo es que habrá un estadío intermedio entre la oruga y el adulto. Es la pupa. La pupa no se mueve, ni come. Normalmente ocurre dentro de un capullo (lo protege para que no sea devorado). El capullo es tejido por la última larva. La cutícula de esta última larva queda acumulada dentro del capullo de seda. Otras veces en lugar de un capullo la larva se introduce dentro de una galería.

En los holometábolos puede haber varios tipos de larvas. Se denominan según el número de patas, encontrando por un lado hexápodos, que poseen seis pares de patas y son las más perecidas al insecto adulto. Hay varios subtipos dentro de esta, por ejemplo la melolantiforme, con cabeza parecida a la del insecto, pero sin ojos compuestos (con ocelos) y sin antenas, con un cuerpo vagamente segmentado en el que apenas se diferencian metámeros y del que parten los tres pares de patas, además de aparecer las aberturas de las tráqueas. Se trata de orugas de cuerpo blando, color blanquecino y que suelen vivir en materiales en descomposición, sobre la capa superior del suelo o en excrementos.

Un segundo tipo de larva serían las larvas polípodas, es decir, que poseen más de tres pares de patas. Un ejemplo es la larva eruciforme (es decir, con forma de oruga), con una cabeza bien diferenciada, endurecida y con los metámeros bien distinguidos unos de otros. La última pare del cuerpo lleva una zona que se apoya en el suelo. Las patas abdominales no son patas tal cual, se denominan protopatas (además debemos tener en cuenta que en ningún caso se van a transformar en patas).

El último tipo de patas son las ápodas, es decir, sin patas. Son típicas de dípteros, es decir, moscas y mosquitos. Hay varios tipos, según la forma de su cabeza. En las acéfalas la cabeza no se aprecia y la larva parece un gusano, diferenciándose la parte anterior de la posterior en que la primera es más estrcha.


Las pupas van a ser también variadas. No obstante, suelen ser una morfología inmóvil, no puede mover ninguna estructura. Están embebidas por una especie de secreción. La superficie posee una especie de forma esculpida. Cuando la larva encerrada en la pupa no se puede mover se habla de larva obstecta. Pero en algunos la larva posee capacidad de movimiento, concretamente pueden mover sus apéndices, ya que quedan libres en el exterior de la pupa y se habla de insectos exarados.

Esquema de una pupa.

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