lunes, 21 de octubre de 2019

Bécquer o el color de las pupilas.

Gustavo Adolfo Bécquer es, sin lugar a dudas, el principal representante del romanticismo español del siglo XIX y recuerdo que buena parte de sus rimas adornaban las libretas y archivadores de los adolescentes de mi generación.

Hasta que llegabas a la madurez y comenzaban a resultarte ñoñas, todo hay que decirlo.

No vamos a cuestionar la calidad literaria de Bécquer y mucho menos en un blog de ciencia (aunque insisto en que las rimas acaban resultando cursis en cuanto uno supera la edad la pavo y tu cuerpo se empieza a acostumbrar una cierta carga sanguínea de hormonas sexuales). Pero hay algo que sí que merece la pena considerar, desde el punto de vista anatómico. Y es su pavorosa costumbre por colorear las pupilas.

Quizás los versos más populares en los que se refiere a esta zona anatómica del ojo los encontramos en su rima XXI:

- ¿Qué es poesía? - me dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul
¿Poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú

Pero insiste en la rima XIII:


Tu pupila es azul y, cuando ríes, su claridad süave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana que en el mar se refleja.
se me figuran gotas de rocío
sobre una vïoleta.
una perdida estrella.

Tu pupila es azul y, cuando lloras, las transparentes lágrimas en ella
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde

Vamos a ver. La pupila es la apertura que encontramos en el ojo y por la cuál la luz atraviesa el iris cruza el cristalino para finalmente alcanzar la retina. La retina, en la porción posterior del ojo, es la encargada de percibir la luz, transformar el estímulo luminoso en un impulso nervioso y enviar la información al cerebro.

La pupila, por lo tanto, es solo un hueco a través del cuál cruza la luz. Y, en términos generales, será de color negro.

¿Por qué?

Porque los objetos reflejan la luz que no absorben. Si la pupila, que es un mero agujero por el que pasa la luz, fuese de color azul, querría decir que la zona de retina que vemos a través del citado agujero o alguna otra estructura intermedia estaría reflejando el color azul. Por lo que no absorbería la luz azul. O lo que es lo mismo, la retina no podría percibir el color azul, ya que no lo estaría absorbiendo, lo estaría reflejando (o entre la pupila y la retina hay algo que refleja el color azul y por lo tanto no lo deja pasar a la retina).

Así que tenemos varias opciones.

O Bécquer se pasó media vida confundiendo el iris con la pupila (algo bastante habitual).

O el significado real de la pupila le va al pairo con tal de que no le estropee la rima.

O su novia tiene serios problemas de visión. Porque, de ser cierto que su pupila es azul, la pobre novia del poeta tendría algún tipo de malformación ocular que le impediría percibir el color azul. Que ya es desgracia, con la cantidad de cosas bonitas de color azul que podemos ver (el mar, el cielo, el iris de unos ojos azules y no sigo, no me vaya a poner tan empalagoso como Bécquer).

Me inclino por la primera opción, dado que el puñetero insistió con el tema de teñir pupilas en su rima número XII.

Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hourís del Profeta. 

En resumen, leed a Bécquer, sobre todo si sois adolescentes y no sabéis con qué decorar vuestras carpetas. Pero cuestionad todo lo que os cuenten, porque hasta los poetas se equivocan.