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domingo, 12 de febrero de 2012

Sistema circulatorio: vasos sanguíneos


Los vasos sanguíneos.

Sistema de conducción de la sangre a través de todo nuestro cuerpo. Se estima que tenemos alrededor de cien mil kilómetros de vasos sanguíneos por nuestro cuerpo.

Existen tres grandes tipos de vasos sanguíneos:
  • Las arterias: llevan la sangre desde el corazón a los tejidos.
  • Las venas: conducen la sangre desde los tejidos al corazón.
  • Capilares: vasos microscópicos en los que se producen los intercambios de sustancias entre la sangre y los tejidos.
Pero pueden realizarse subdivisiones. Las grandes arterias que salen del corazón se subdividen en arterias de mayor tamaño. Tras varias divisiones, tendremos vasos de menor diámetro denominados arteriolas. Y dentro de los diferentes órganos, los capilares se van uniendo entre si y van formando vénulas, cuya unión acabará dando lugar a venas y estas se unirán formando las grandes venas de nuestro cuerpo.

Las arterias y las arteriolas deben sufrir mayor presión, soportan la sangre que sale directamente bombeada desde el corazón. Sus paredes son elásticas y poseen una capa muscular (denominada túnica intermedia) muy importante, que les permite variar su diámetro, haciendo que el tubo posea una luz mayor o menor.

Del corazón parten dos arterias, una del ventrículo derecho y una del ventrículo izquierdo. La arteria que parte del ventrículo derecho se dirige a los pulmones (dividiéndose al poco de su salida en las arterias pulmonares derecha e izquierda). Son las únicas arterias del cuerpo por las que viaja sangre desoxigenada. Dirigen la sangre al pulmón, donde se cargará de oxígeno.

Del ventrículo izquierdo parte la mayor arteria del cuerpo: la aorta. La primera arteria que sale de la aorta es el tronco braquicefálico derecho. Del tronco braquicefálico derecho partirán, a su vez, las arterias carótida derecha, que irriga la zona derecha de la cabeza y la subclavia derecha, que irrigará el brazo derecho. La segunda arteria que sale de la aorta es la carótida izquierda, que irriga la zona izquierda de la cabeza. La tercera arteria que parte de la aorta es la subclavia izquierda, que irriga el brazo izquierdo.

A partir de este momento la aorta a descender. Y de ella irán partiendo arterias que irrigarán los diferentes órganos abdominales. Finalmente la aorta se dividirá en las dos iliacas primitivas, derecha e izquierda, que partirán una a cada pierna.

Sistema arterial
Las venas, en cambio, tienen una pared mucho más fina, puede distenderse en mayor medida que las de las arterias, pero no es tan flexible y apenas tiene capa muscular, por lo que apenas puede variar su grosor. Las venas de muchas zonas del cuerpo, sobre todo en las extremidades inferiores, tienen válvulas que le impiden el retroceso de la sangre. La luz del tubo es mucho mayor que la luz de las arterias de calibre equivalente. Además, en las venas encontraremos, de tramo en tramo, válvulas, que suponen un sistema de freno para evitar que la sangre viaje en sentido contrario, es decir, en dirección contraria al corazón. En las arterias no encontramos estas válvulas, ya que la presión sanguínea es tan fuerte que no permite el reflujo bajo ninguna circunstancia.
Arteria vs. Vena
Las venas van recogiendo la sangre del cuerpo y la llevan al corazón. Esta sangre puede dirigirse a la aurícula izquierda o a la aurícula derecha.

Las venas que llevan la sangre a la aurícula izquierda (y que después se repartirá por el cuerpo gracias a la aorta) provienen de los pulmones y son las venas pulmonares. Son las únicas venas que llevan sangre oxigenada. Se denominan venas pulmonares y a la aurícula izquierda llegan cuatro venas pulmonares, dos de cada pulmón.

A la aurícula derecha las venas traen la sangre desoxigenada de todo el cuerpo. Llegan dos grandes venas, la vena cava superior y la vena cava inferior.

La vena cava superior procede de la unión de los dos troncos venosos braquicefálicos, derecho e izquierdo. Cada uno de ellos recogen a su vez la sangre procedente de los brazos, recogidas por las venas subclavias y de la cabeza, por la unión de las venas yugulares. La vena cava inferior viene de recoger la sangre de todo el cuerpo. El extremo inferior se fija en la unión de las dos venas iliacas procedentes de las piernas. A la vena cava inferior se van uniendo venas procedentes de todos los órganos abdominales.

Sistema venoso
Debemos tener en cuenta que, según avanzamos por las venas, la acción del impulso del corazón van perdiendo fuerza, por lo que la presión dentro del tubo disminuye. Las válvulas evitan el reflujo y promueven el movimiento de la sangre. Además, las venas realizan pequeñas contracciones de su pared, a modo de bombeo, para ayudar a que la sangre avance hacia el corazón. Venas y arterias, por otro lado, suelen discurrir pegadas unas a otras, de forma que la distensión de la vena derivada del flujo de sangre obliga a la vena a contraerse, provocando un movimiento que ayuda a la sangre a ascender por esta. También colabora en el retorno venoso el movimiento del diafragma y el cambio de volumen de la caja torácica, haciendo un efecto de succión. Otros sistema de facilitar el retorno venoso deriva del efecto de succión que llevan a cabo las aurículas del corazón al distenderse y que se denomina efecto sifón. Por último, las venas discurren por zonas estratégicamente diseñadas entre los músculos para que su contracción también ayude al retorno venoso (por eso, para evitar las varices, es mucho mejor caminar que permanece quieto de pie).

En muchos tejidos las diferentes arterias tienen puntos de comunicación entre si, denominados anastomosis. Permiten que los órganos sigan funcionando aunque una de las arterias se obstruya, cambiando el flujo hacia otro lado. Suelen poder abrirse y cerrarse. También se establecen en ocasiones entre venas o vénulas y arterias o arteriolas.

La presión sanguínea es la fuerza ejercida por la sangre sobre las paredes de los vasos sanguíneos. Suele medirse la arterial  (la venosa se mantiene en unos 10 mm de Hg). Hay dos valores, un valor más bajo que corresponde a la presión del vaso en reposo y que se denomina presión diastólica. Cuando llega la sangre impulsada del corazón, la presión sube. A esta presión se denomina presión sistólica. Las presiones diastólica y sistólica son, aproximadamente, de 80 milímetros de mercurio y 120 milímetros de mercurio respectivamente. Varían dependiendo del ritmo cardiaco y del nivel de contracción de los vasos. Puede variar si varía el volumen de sangre o líquidos de nuestro organismo. Y está regulado por el sistema nervioso central y por el sistema hormonal (principalmente, la aldosterona y el sistema renina angiotensina).
Arterias y venas más importantes

Microcirculación.

Se trata de la circulación sanguínea que tiene lugar dentro de los órganos y tejidos y que permite que existan intercambios entre la sangre y los tejidos. Es decir, permite que de la sangre salgan los nutrientes, el oxígeno y se incorpore a este el dióxido de carbono y las sustancias de desecho. Estos intercambios tienen lugar en los capilares, vasos sanguíneos de muy pequeño tamaño, microscópicos, aunque suelen incluirse dentro de la microcirculación a las arteriolas de los órganos, microarteriolas y vénulas de los órganos.

En los procesos de intercambio participan las células endoteliales que constituyen el capilar y la membrana basal de los mismos. Los capilares pueden tener diferente permeabilidad, ya que hay varios tipos, y algunos tipos dejan pasar más sustancias al exterior que otros. Por ejemplo, los capilares fenestrados tienen auténticos agujeros que dejan salir grandes cantidades de plasma.
El paso a los sistemas microcirculatorios está regulado por esfínteres que pueden cerrarse, dejando el riego por zonas determinadas. También influye el juego de presiones hidrostáticas y osmóticas que vimos al principio del tema.

domingo, 2 de octubre de 2011

Breve introducción al sistema linfático


El sistema linfático está constituido por un líquido denominado linfa, que corre por el interior de unos vasos de conducción denominados vasos linfáticos. Además de los vasos linfáticos, existen una serie de órganos y estructuras que intervienen en procesos implicados con la linfa.

El sistema linfático tiene tres funciones fundamentales:
  • Drenaje del líquido intersticial.
  • Transporte de los lípidos de la dieta desde el aparato digestivo hasta la sangre.
  • Repuesta inmunitaria, ya que la linfa está cargada de células defensivas y algunos órganos linfáticos están implicados en el proceso inmunitario.

Existen varios tipos de vasos linfáticos:
Vasos linfáticos y nódulos

  • Capilares linfáticos: son vasos linfáticos muy finos, compuestos por células endoteliales y con una cierta forma abombada, debido a que las uniones entre las células endoteliales se unen formando una válvula que hace que la linfa sólo pueda avanzar en una dirección. Estas uniones, además, pueden abrirse, permitiendo que puedan penetrar al interior del vaso sustancias, moléculas y células inmunitarias.
  • Vasos linfáticos: son vasos de paredes finas, con multitud de válvulas que impiden el reflujo de la linfa. Debemos tener en cuenta que la linfa carece de órgano impulsor, por lo que evitar el retroceso es trascendental. Los vasos linfáticos se forman por la fusión de capilares linfáticos entre si, aumentando su calibre. Al igual que ocurre en los vasos sanguíneos, aparecen anastomosis. A los grandes vasos linfáticos se les denomina troncos linfáticos. Por los vasos linfáticos circulará al día entre dos y cuatro litros de linfa. Ésta avanza por ellos, gracias a las contracciones de los mismos, ya que se contraen varias veces por minuto, y a la existencia de las válvulas que evitan el retroceso. Además, el recorrido de los vasos linfáticos entre los músculos esqueléticos hacen que la contracción de estos músculos drenen la linfa de los vasos, la empujen, proceso conocido como ordeño. Todos los vasos linfáticos van enlazándose y formando los grandes troncos. Los más importantes son el conducto torácico izquierdo y derecho. Acaban desembocando al sistema circulatorio en dos puntos, en el ángulo que forman las venas yugular interna y subclavia, por la derecha e izquierda.

En cuanto a los órganos linfáticos más importantes son los siguientes:

  • Ganglios linfáticos: estructuras ovales, de entre uno y veinticinco milímetros de diámetro, que se encuentran a lo largo de los vasos linfáticos. En el cuerpo existen entre seiscientos y setecientos ganglios, dispuestos en grupos y en ocasiones formando dos conjuntos, uno superficial y uno profundo. Están constituido por una cápsula exterior de tejido conjuntivo denso y unas trabéculas interiores. En los ganglios se acumulan linfocitos, que actuarán como sistema de reconocimiento y defensa. También encontramos macrófagos. Los ganglios pueden actuar como depósitos de linfa, aunque su función principal es actuar de filtro frente a sustancias extrañas y e invasores, que entran en el ganglio, quedan atrapados y entran en contacto con las células defensivas, siendo reconocidos y atacados por linfocitos y macrófagos.
Gánglios linfáticos.
    • Amígdalas: agregados de nódulos linfáticos, inmersos en una mucosa, formando un anillo en la cavidad de la faringe. Protege al cuerpo frente a invasores que se inhalan o se ingieren.
    • Bazo: órgano oval de unos doce centímetros de largo, situado en el hipocardio izquierdo, entre el diafragma y el estómago. No filtra la linfa, sirve de lugar de maduración de linfocitos B y colabora en la fagocitosis bacteriana y para eliminar eritrocitos y trombocitos deteriorados. Además, almacena sangre y la libera si se necesita.
    • Timo: órgano bilobulado, situado en la parte superior del mediastino. Es el lugar de maduración de los linfocitos T. Es más activo en niños, llegando a atrofiarse con el paso de los años.


    Órganos linfáticos.

    jueves, 8 de septiembre de 2011

    Tejidos Conectivos: La Sangre


    Características generales.

    La sangre es un tejido conectivo donde la matriz extracelular es líquida. Constituye el principal sistema de transporte de sustancias dentro del organismo: nutrientes, desechos, oxígeno, dióxido de carbono, etc. Además, es el principal sistema de defensa del organismo. Supone un elemento de comunicación corporal (por ella viajan multitud de hormonas) Y se encarga de mantener la temperatura corporal (se trata de un líquido a una temperatura elevada, que recorre el cuerpo).

    Supone alrededor de entre el 6 % y el 8 % del peso total de nuestro organismo. Es un líquido viscoso de color rojo y con un pH de alrededor de 7,4.

    Es un tejido constituido por una fracción líquida y una fracción sólida, que recorre nuestro cuerpo encerrado en el sistema circulatorio.

    Analicemos estas dos fases o fracciones en la sangre:
    • Fase líquida: constituida por el plasma o suero, un líquido complejo e color amarillento. Supone alrededor del 55 % del peso de la sangre.
    • Fase sólida: constituida por las células o elementos formes de la sangre. Supone alrededor del 45 % del peso de la sangre.

    Fase líquida de la sangre: plasma.

    La mayor parte de este líquido amarillento denominado plasma es agua, concretamente alrededor del 91%. El 9% restante son solutos, la mayor parte, alrededor del 7 %, son proteínas.

    La proteína plasmática más abundante es la albúmina, encargada de mantener la presión osmótica de la sangre y transportar algunas sustancias, sobre todo esteroides. Otra proteína abundante es el fibrinógeno, precursor de la fibrina, encargada del proceso de coagulación de la sangre.

    Además, en el plasma se encuentran disueltos otros componentes: glúcidos (como la glucosa, a concentración casi constante de alrededor de 100mg por mililitro), lípidos (existe un sistema de transporte de lípidos mediado por apolipoproteínas), nutrientes, creatina, bilirrubina, vitaminas, hormonas (hay gran variedad, a concentraciones muy bajas, pudiendo ir libres o transportadas por proteínas transportadoras), sustancias de desecho (como la urea, el ácido úrico, etc.), gases (como el oxígeno, aunque la mayor parte de este es transportado por los eritrocitos, y el dióxido de carbono) y electrolitos, como Na+, K+, Ca2+, Mg2+, Cl-, PO43-, HCO3-, SO32-, etc.

    Fase sólida de la sangre: elementos formes.
    Introducción.

    Los elementos formes pueden dividirse en tres grandes grupos: eritrocitos (glóbulos rojos), leucocitos (glóbulos blancos) y trombocitos (plaquetas).

    Eritrocitos.

    Sangre (M.E. barrido).
    Los eritrocitos o glóbulos rojos son las células más abundantes de la sangre con mucha diferencia: suponen más del 99 % del total, con alrededor de 5 millones de eritrocitos por milímetro cúbico.
    Se trata de células aplanadas, con forma de disco bicóncavo, carentes de núcleo y repletas de una proteína denominada hemoglobina. La hemoglobina es una proteína globular, constituido por cuatro subunidades y en cuyo centro activo encontramos un grupo hemo, una molécula orgánica que posee hierro en su zona central. Este grupo hemo es el encargado de unirse al oxígeno, ya que la hemoglobina es la encargada de transportar hierro. Y esa es la función fundamental de los eritrocitos: transportar oxígeno por la sangre.

    Por lo demás, el eritrocito carece de núcleo y orgánulos membranosos internos, se mantiene gracias al metabolismo anaeróbico (ya que carece de mitocondrias) y de esta forma no consume el oxígeno que transporta.

    Esquema de un eritrocito.
    La morfología tan particular del eritrocito, la forma de disco bicóncavo mantenida por el citoesqueleto, le permite desplazarse por los vasos sanguíneos más finos  y los recovecos más angostos torsionándose sin obstruirlos ni detener el flujo de sangre.

    Esquema de la Hemoglobina.
    La hemoglobina que contienen los eritrocitos supone entre 14 y 20 gramos por cada 100 mililitros de sangre. Cada molécula de hemoglobina está constituida por cuatro subunidades con un grupo hemo cada uno, es decir, con cuatro moléculas de hierro (las cuatro subunidades no son idénticas, sino iguales dos a dos, con dos subunidades α y dos subunidades β.
    Hemoglobina

    Grupo hemo.














    Como los hematíes no tienen orgánulos y  no puede repararse, su vida media es muy corta, unos 120 días. Son eliminados por macrófagos del bazo o del hígado, que los fagocitan. El grupo hemo se recicla, el hierro se acumula en forma de ferritina y el resto constituirá la bilirrubina. Deben ser recicladas en el hígado.

    Los hematíes deben ser repuestos, ya que si disminuyese la cantidad de estos se vería comprometido el transporte de oxígeno. La alteración en el número de eritrocitos se denomina anemia y causa fatiga, calambres o estados anímicos depresivos.

    Leucocitos.

    Eritrocito y Leucocito.
    Son células nucleadas y que no contienen hemoglobina. Participan en los procesos de defensa del organismo y pueden dividirse en varios tipos:

    • Granulocitos.

    Son leucocitos con núcleos lobulados y con gránulos visibles al microscopio óptico en su citoplasma. Dentro de esta categoría encontramos:
    • Neutrófilos (Polimorfonucleados): son los granulocitos más abundantes. Presentan un núcleo multilobulado, dando en ocasiones la falsa impresión de tener varios núcleos (de ahí se segundo nombre, polimorfonucleado). Su función fundamental es fagocitar invasores marcados con anticuerpos.
    • Eosinófiolos (Acidófilos): son más escasos y sus granos se tiñen con colorantes ácidos. Presentan un núcleo generalmente bilobulado. También participan en la fagocitosis de invasores y en procesos inflamatorios.
    • Basófilos: sus granos se tiñen con colorantes básicos. Participan en fenómenos de inflamación y en procesos asociados con alergias, al liberar el contenido de sus granos.

    Eosinófilo.
    • Agranulocitos.

    No presentan gránulos visibles con microscopio óptico en el citoplasma. Hay dos grandes tipos de agranulocitos.
    • Monocitos: son los glóbulos blancos de mayor tamaño, con un núcleo de morfología arriñonada, tiene capacidad para salir de la sangre y transformarse en macrófagos de los tejidos conjuntivos. Su función es fagocitar cualquier elemento externo o desconocido y mostrarlo a los linfocitos, que se encargarán de fabricar anticuerpos y coordinar el ataque al invasor.
    • Linfocitos: reconocen los cuerpos extraños que han sido fagocitados por los monocitos y se activan, fabricando anticuerpos que facilitan la eliminación del invasor, marcándolo al resto de elementos defensivos. Los linfocitos se dividen en dos grandes líneas, las T, que maduran en el timo y los B, que maduran en el bazo. Los B son los principales encargados de fabricar anticuerpos. Los T son células básicamente de ataque, produciendo toxinas que eliminan a invasores o incluso a células propias del organismo que han sido invadidas por virus, o se han transformado en células tumorales.

    Esquema básico de leucocitos.
    Trombocitos.

    Más conocidas como plaquetas, no son células en sentido estricto, sino trozos de células. Carecen de núcleo y tienen en su interior gránulos con sustancias que provocan la formación de trombos, además de proteínas contráctiles asociadas a su citoesqueleto, que facilitan el agrupamiento de unas células con otras, para formar trombos.
    Células de la sangre.
    Hematopoyesis.

    La hematopoyesis es la fabricación de células de la sangre. Tiene lugar en la médula ósea, es decir, en la parte interna de los huesos, sobre todos de los huesos largos.

    Las células madre de la médula ósea se diferencian en otros tipos de células que acaban dando lugar a los distintos tipos de células de la sangre. A estas células madre de la médula ósea se les denomina células madre pluripotenciales.

    Pueden diferenciarse en células que den lugar a leucocitos, células que den lugar a eritrocitos o en megacarioblastos; los megacarioblastos se transforman en megacariocitos, cuya ruptura da lugar a los trombocitos.

    La hematopoyesis es un proceso muy regulado, es muy importante que no sobren ni falten ningún tipo de célula sanguínea. Por ejemplo, la eritropoyesis se activa cuando hay niveles bajos de oxígeno, mediado por hormonas, sobre todo la eritropoyetina (la famosa Epo). La eritropoyesis también se estimula por hormonas sexuales masculinas y se inhibe por las hormonas sexuales femeninas.

    Hemostasia.

    La hemostasia es el proceso encargado de detener hemorragias, es decir, evitar extravasaciones o pérdidas masivas de sangre derivadas de alguna lesión que afecte al sistema circulatorio.

    La primera reacción que tiene lugar si la lesión del vaso es seria es una contracción del músculo liso del vaso, denominada espasmo vascular y que está mediada por los receptores de dolor.

    Posteriormente se formará un tapón de plaquetas, el trombo blanco. Se van uniendo unas plaquetas a otras y liberando sustancias de los granos. Estas sustancias inducen a la agregación de más plaquetas, que se fusionarán entre si. Las proteínas contráctiles del citoplasma de estas células hacen que el agregado se contraiga y se haga más compacto. De esta forma se impermeabiliza el vaso.

    Y entonces comienza a fabricarse el trombo rojo, derivado de la solidificación de la sangre. Es decir, de la coagulación. Es una reacción en cascada, en la que unos reactivos van actuando sobre otros y que finalizará cuando el fibrinógeno se transforme en la fibrina, haciéndose una proteína fibrilar insoluble.

    Hay dos vías de coagulación. Por un lado la extrínseca, que es rápida y tiene lugar en casos de grandes lesiones. La desencadenan proteínas de los tejidos cuando existen traumatismos. Y por otro lado la intrínseca, más compleja y lenta, cuyos componentes coagulantes están dentro de la sangre y que se desencadena cuando las células endoteliales, que recubren por la cara interna los vasos sanguíneos, detectan lesiones.

    Cuando la lesión ha cicatrizado, debe retirarse el trombo y la red de fibrina formada. Para ello actuará la fibrinolisis, mediada por proteínas enzimáticas que rompen la fibrina.

    miércoles, 24 de agosto de 2011

    Anatomía y fisiología del corazón


    El corazón es un órgano muscular encargado de impulsar la sangre a través de los vasos sanguíneos. Es un órgano hueco, con forma de cono, de unos trescientos gramos de peso en un humano adulto. Descansa sobre el diafragma, en un espacio de la cavidad torácico llamado mediastino, en el centro del tórax, con el vértice hacia la izquierda. Su función es hacer circular la sangre por las vías circulatorias (arterias, venas y capilares).

    El corazón está rodeado por un saco de tres capas, denominado pericardio. El pericardio fibroso, de tejido conjuntivo fibroso, es el más externo. Se trata de una capa dura e inelástica, encargada de evitar la sobredistensión del corazón. Por dentro del pericardio fibroso se encuentra el pericardio seroso, una membrana muy delicada. La capa más interna es una hoja visceral denominada epicardio. Entre el pericardio seroso y el epicardio encontramos un líquido denominado líquido pericárdico, que lubrica el contacto entre ambas hojas facilitando el movimiento del corazón.

    El corazón está dividido en dos mitades aproximadamente simétricas, la derecha y la izquierda; no son exactamente simétricas porque el lado izquierdo tiene una pared más gruesa. Cada una de las dos partes está dividida en dos cavidades, una superior llamada aurícula y una inferior denominada ventrículo.

    La mitad derecha del corazón envía la sangre a la circulación de los pulmones. Es decir, es responsable de que la sangre se oxigene y pierda el dióxido de carbono. Y la mitad izquierda es la responsable de distribuir la sangre que le llega de los pulmones al resto del cuerpo. Por eso la mitad izquierda del corazón es mucho más gruesa. A este mecanismo se le denomina doble circulación.

    La aurícula derecha está separada del ventrículo derecho por la válvula tricúspide. La aurícula izquierda está separada del ventrículo izquierdo por la válvula mitral. Son las válvulas denominadas válvulas auriculoventriculares. Se encargan de evitar el reflujo de sangre de los ventrículos a las aurículas cuando los primeros bombean la sangre.

    Existen también válvulas que separan las arterias de los ventrículos para evitar el reflujo de sangre tras el bombeo de sangre. Se les denomina válvulas semilunares. También existen válvulas semilunares (la aortoventricular y la pulmonar) que separan las venas que llegan al corazón de las aurículas, para evitar el reflujo de sangre tras la contracción de las aurículas en el latido cardiaco.
    Esquema del corazón
    A la aurícula derecha la sangre llega por las venas cavas superior e inferior. Desde el ventrículo derecho la sangre se va a los pulmones, saliendo por la arteria pulmonar o tronco pulmonar, que se divide en dos al poco de salir del corazón, yendo una rama al pulmón derecho y otra al izquierdo. A la aurícula izquierda le llegan las cuatro venas pulmonares (dos venas pulmonares derechas y dos venas pulmonares izquierdas). La sangre sale del corazón por la aorta hacia todo el cuerpo. Al tramo de aorta que sale de corazón se le denomina aorta ascendente.

    El corazón tiene un pequeño sistema de autoalimentación, es decir, un subsistema vascular que lo nutre. A estas pequeñas venas y arterias que nutren al corazón se denominan coronarias.

    El corazón se contrae de forma rítmica entre sesenta y ochenta veces por minuto en condiciones normales, distribuyendo de este modo la sangre. A la contracción del corazón se le denomina sístole y es un movimiento que vacía de sangre al corazón. A la relajación o expansión del corazón se le denomina diástole y durante esta se llena de sangre.

    El proceso de contracción y relajación está controlado por el sistema nervioso central, concretamente por las ramas autónomas simpáticas y parasimpáticos. Cuando el cuerpo requiere mayor flujo de sangre, el ritmo se acelera y cuando se requiere menos, se decelera. Sin embargo, tiene un sistema de latido autónomo, controlado por unos centros nerviosos llamados nodos, que le permiten se autosuficiente del sistema nervioso central en condiciones habituales. Las fibras nerviosas del corazón le permiten distribuir la contracción de forma que esta tenga lugar coordinadamente y cada fibra muscular se contraiga en su momento preciso.

    Estudiemos el ciclo cardiaco. Tras el latido, el corazón está vacío de sangre, contraído. Se relaja y al relajarse, se expande. Al expandirse, se genera una presión negativa, las válvulas mitral y tricúspide están cerradas y las semilunares que separan las venas de la aurícula se abren. Entonces las aurículas se llenan de sangre. La contracción del corazón comienza por las aurículas, que al contraerse impulsan la sangre hacia los ventrículos. Al contraerse la aurícula las válvulas mitral y tricúspide se abren, mientras que las semilunares que separan al corazón de las venas se cierran. La contracción auricular hace que los ventrículos se llenen de sangre. Las válvulas semilunares que separan a los ventrículos de las arterias permanecen cerradas. Una vez se han llenado de sangre, comienza la contracción ventricular. Justo antes de la contracción ventricular, las aurículas se relajan causando una diferencia de presión que cierra las válvulas mitral y tricúspide (auriculoventriculares). Cuando los ventrículos se contraen, al encontrarse estas válvulas cerradas, la sangre se ve obligada a salir por las arterias, abriéndose las válvulas semilunares que separan las arterias de los ventrículos. Al finalizar la contracción ventricular, el corazón se ha vaciado de sangre. Los ventrículos comienzan a relajarse, causando una presión negativa que cierra las válvulas semilunares, impidiéndose de ese modo el reflujo de sangre de las arterias de nuevo al corazón.

    Ciclo cardiaco.
    De esta forma el corazón bombea, en condiciones normales, entre cinco y seis litros de sangre por minuto. A lo largo de la vida de un individuo de ochenta años, podemos estimar que su corazón habrá completado unos tres mil millones de ciclos cardiacos, bombeando más de doscientos millones de litros de sangre.


    lunes, 1 de agosto de 2011

    Breve introducción a los líquidos corporales


    La mayor parte de nuestro cuerpo es un líquido salino, cuyo disolvente principal es el agua. El agua es nuestro principal constituyente por muchas razones: la vida se originó en el agua (siendo, por ello, su materia prima primordial), es capaz de disolver infinidad de sustancias (se habla de disolvente universal), permite intercambios y reacciones químicas, es un buen controlador de la temperatura (actúa como amortiguador de cambios bruscos de temperatura), entre otras cosas.

    El contenido en agua es variable, dependiendo de la zona del cuerpo. Existen zonas como el hueso o el tejido adiposo, donde la concentración de agua es muy baja. Y zonas, como el cerebro, donde la concentración de agua ronda el 80 % en peso del órgano. La cantidad de agua también varía con el paso del tiempo, pudiendo entender el envejecimiento como un proceso de deshidratación: cuando nacemos, entre el 75 y el 80 % de nuestro peso es agua, mientras que en un anciano puede rondar el 65 %.
    Pérdidas y ganancias de líquidos.

    No somos un compartimento estanco de agua: estamos continuamente ganando y perdiendo agua, debiendo mantenerse un equilibrio entre estos dos procesos.

    Las vías más habituales de pérdida de agua son:

    • Espiración: al respirar, exhalamos aire con un contenido elevado en agua (vapor de agua).
    • Evaporación por la piel: se divide en dos grandes grupos; la primera de las dos es relativamente constante e independiente del entorno, mientras que la segunda es muy variable:

    1. Perspiración insensible: se trata de una pérdida de agua de la que no somos conscientes y se debe al agua que se escapa en forma de vapor de agua a través de la piel.
    2. Perspiración sensible: derivada de la producción de sudor, que posteriormente se evaporará (como mecanismo de regulación de la temperatura corporal). Como decíamos, esta evaporación es muy variable, pudiendo rondar desde el medio litro al día hasta superar los diez litros.

    • Agua contenida en las heces: generalmente es una cantidad muy pequeña, menor de medio litro al día. Puede sufrir importantes incrementos en determinados procesos gástricos, como diarreas.
    • A través de la orina: se trata del aparato excretor, que es el principal controlador del agua de nuestro organismo. El riñón puede fabricar orina con mayor o menor concentración en función de las pérdidas de agua que el cuerpo pueda tolerar en un momento determinado.

    En cuanto a los sistemas de ganancia de agua, tenemos:
    Bodegón con Copa. Rafael Barradas.

    • Agua bebida: es la más evidente y deriva de la sensación de sed que se despierta cuando el cuerpo detecta déficit. El consumo de agua es voluntario y muy variable. Hay personas que no beben más de medio litro al día y otros que beben más de tres litros.
    • Agua contenida en los alimentos: como todos los seres vivos están compuestos, en su mayor parte, por agua, su consumo genera también agua que podemos extraer durante la digestión. Puede suponer más de un litro al día, aunque varía mucho dependiendo del tipo de alimento que consumamos.
    • Agua metabólica: el metabolismo, el consumo de nutrientes, genera dióxido de carbono y agua. Puede suponer alrededor de medio litro al día.

    Distribución de agua en el organismo.

    Anatomía del Corazón de Enrique Simonet.
    Si realizásemos una encuesta descubriríamos, posiblemente, que mucha gente piensa que la mayor parte del agua de nuestro cuerpo se encuentra en la sangre. Esta concepción es totalmente errónea, sólo debemos pensar que en nuestro cuerpo hay alrededor de cinco litros de sangre, por lo tanto habrá menos de cinco litros de agua y esta cantidad está muy lejos del 70% del peso de agua en nuestro cuerpo.





    ¿Cómo se encuentra distribuida el agua en nuestro organismo?

    Podemos dividir el agua en dos grandes grupos, atendiendo a su distribución en el cuerpo:
    • Agua intracelular: constituye el interior de nuestras células. Es el agua mayoritaria, suponiendo acreedor del 70 % del agua total, es decir, alrededor del 40 % del peso de nuestro cuerpo.
    • Agua extracelular: se encuentra en el exterior de nuestras células. Supone alrededor del 30 % del total de agua, o lo que es lo mismo, alrededor del 20 % del peso total de nuestro cuerpo. Es el lugar donde se producen los intercambios metabólicos entre células o entre el organismo y el medio externo.
    El agua intracelular es un espacio relativamente constante, ya que las células requieren de cantidades muy concretas de agua, o de lo contrario, morirán. Cada tipo de célula posee una cantidad de líquido intracelular característico.


    El agua extracelular es más interesante para su estudio, a nivel global. Es una agua más variable y la podemos dividir en tres grandes espacios:
    • Espacio plasmático: plasma o parte líquida de la sangre, contenida en el sistema circulatorio. Su función es el transporte de nutrientes y oxígeno a las células y recoger las sustancias de desecho y el dióxido de carbono de las células. No tiene contacto directo con las células ni con el exterior.
    • Espacio intersticial: se encuentra entre las células y en el se encuentra el líquido intersticial. Forma pare del líquido que separa las células entre si, la linfa (el líquido intersticial penetra en los vasos linfáticos para ser repuesto al espacio plasmático). Limita por un lado con los capilares sanguíneos y por el otro con la membrana celular de las células del tejido.
    • Espacio del líquido transcelular: contiene un líquido extracelular especializado o diferente. Se trata de líquidos que se acumulan en determinados lugares para ser eliminado o con funciones específicas. Por ejemplo los líquidos que se acumulan en el aparato gastrointestinal o urinario, el líquido atrapado en las glándulas sudoríparas, el líquido pleural que reviste los pulmones, el líquido pericárdico alrededor del corazón, el líquido sinovial en las articulaciones, los humores de los globos oculares o el líquido cefalorraquídeo en el sistema nervioso.

    Balance de agua y regulación.

    La composición del agua de cada uno de los espacios es diferente y debe tener sus propiedades y mantener cierta constancia. Existe un flujo continuo de material acuoso, de iones, de componentes, de una zona a otra del cuerpo. En todo ello juegan un papel muy importante los procesos osmóticos, que deben permitir los movimientos de sustancias sin conllevar movimientos del agua: si se acumula más agua de la cuenta en determinadas zonas, como por ejemplo dentro de las células, se producirán graves desórdenes (el exceso de agua de las células podría matarlas, hacerlas explotar).

    El líquido intracelular es más rico en iones de potasio y cloruros que el extracelular. El extracelular es más rico en sodio y fosfatos que el intracelular. Este balance debe permitir que el líquido intracelular sea mucho más rico en proteínas y sustancias orgánicas disueltas sin que los procesos osmóticos arrastren agua al interior.

    Los balances de agua deben así mismo permitir los intercambios. El líquido del espacio plasmático posee una presión interna debido a encontrarse encerrado en un tubo; se trata de la presión hidrostática, que tiende a hacer que el líquido salga del tubo. Pero posee proteínas disueltas que generan una presión osmótica, denominada presión oncótica, que controla y evita que el líquido salga en exceso.

    En el extremo arterial de los capilares existe una presión hidrostática muy fuerte, que supera la presión oncótica. Y por eso el plasma tiende a salir en esa zona hacia el espacio intersticial. Sin embargo, en el extremo venoso, debido a la pérdida de líquido, la presión hidrostática está muy disminuido. Sin embargo, la presión oncótica aumenta al concentrarse los solutos por la salida de líquidos. Por eso en el extremo venoso el líquido tiende a pasar del espacio intersticial al interior del capilar.
    Esquema del intercambio de líquidos en los capilares.

    No obstante, la salida de líquidos en la zona arterial no puede ser compensada por la presión oncótica (por puros motivos energéticos). Por ese motivo se va acumulando una cierta cantidad de líquido en el espacio intersticial. Será devuelto al espacio plasmático por el sistema linfático.

    Si el sistema de drenaje deja de funcionar como es debido o existiese una salida de agua tan elevada que se saturase el sistema de reposición, se produciría un encharcamiento de los tejidos. Este encharcamiento constituye los edemas.