En nuestro quehacer diario, tendemos a olvidar cómo somos, olvidarnos de nuestra complejidad y de que, ante nuestra aparente unidad personal, somos en realidad un conglomerado de varios miles de millones de células. Y cada una de ellas es un ser vivo en si misma, un ente hasta cierto punto independiente, pero que trabaja de forma perfectamente coordinada con el resto de células de la gran comunidad, que acaban constituyendo nuestra persona.
Como toda comunidad, la célula tiene sus reglas. Pero a diferencia de las reglas humanas, las reglas de la naturaleza son muy estrictas, no caben digresiones de ningún tipo. El individuo no importa, solo importa la comunidad. Y la muerte debe formar parte activa de todos los procesos, para que la vida del individuo completo sea efectiva de modo pleno.
Las células de nuestro cuerpo pueden enfermar y morir. Pero también pueden ser sacrificadas en beneficio global. Y encontraremos casos de sacrificio, suicidio y asesinato.
Cuando una célula sufre un deterioro o un ataque que acaba con su vida hablamos de necrosis. Existen múltiples causas de necrosis. Por ejemplo, una caída brusca del oxígeno de la célula. O la presencia de tóxicos. En la célula necrótica se inflama, vemos como el citoplasma, la parte interior de la célula, degenera, los órganos celulares se desestructuran, la célula se hincha y acaba explotando provocando la liberación de sus restos celulares al medio y con ello, la extensión de la inflamación.
En ocasiones las células no mueren por necrosis y sin embargo son sacrificadas para cumplir alguna función determinada. Por ejemplo la mayor parte de las células de nuestra epidermis y que constituyen el recubrimiento externo de nuestra piel, se van cargando de una proteína denominada queratina que les aporta dureza. Las células más profundas de la epidermis apenas poseen queratina, pero según van llegando a zonas más superficiales, esta cantidad aumenta hasta alcanzar límites tan elevados que la célula muere. Es decir, las capas más superficiales de nuestra piel están tan compuestas de queratina, procedentes de células que se han muerto. Y la queratina y restos celulares son eliminados de forma continua en nuestra actividad cotidiana.
Hay multitud de ejemplos de células sacrificadas con un objetivo funcional. Muchas secreciones de nuestro cuerpo están formadas por células que se cargan de la materia a segregar, se mueren y son expulsadas de este modo. Es decir, que la secreción está producida por células que se cargan de sustancias y que al morir liberan sus productos. Ocurre, por ejemplo, en las glándulas sebáceas de nuestra piel, que fabrican la grasa que nos recubre.
Vesículas autofágicas |
Pero también existe el suicidio celular. Se denomina muerte celular programada. En determinadas circunstancias, algunas células de nuestro cuerpo deciden que ha llegado la hora de morir y entran en un programa de suicidio celular. Por ejemplo, durante el desarrollo embrionario se fabrican muchas más neuronas de las que son necesarias para la vida del individuo. Algunas de estas neuronas no encontrarán a otras neuronas con las que comunicarse, no tendrán ninguna función concreta y dado que carecen de fundamento, durante el desarrollo cerebral entrarán en muerte celular programada. A este proceso se le denomina poda neuronal.
La muerte celular programada es totalmente diferente a la necrosis. No es un proceso azaroso desencadenado por alguna alteración, sino que es un proceso programado. Se siguen una serie de pasos que varían en cada tipo de muerte celular programada, los orgánulos pueden ser autofagocitados (elimina sus órganos celulares), puede descomponerse la cromatina (el ADN) del núcleo, pero en cualquier caso la célula acabará muerta y fagocitada (devorada) por algunas de células defensivas. Es un proceso complejo y que consume energía (cosa que no ocurre con la necrosis).
En el mundo celular también podemos encontrar casos de asesinato. Si nuestro sistema defensivo se encuentra con una célula que puede resultar dañina para el conjunto, no dudará en eliminarla. Puede suceder por varios motivos. Los dos motivos más frecuentes es que se encuentre infectada por algún patógeno, generalmente un virus, o que se haya transformado en una célula tumoral.
Existe una familia de células defensivas, denominadas células NK o células Natural Killer (también llamadas Natural Born Killers, es decir, asesinas natas naturales) cuya función es eliminar células cancerígenas o infectadas con virus. Hay dos grandes opciones. O un ataque directo con sustancias tóxicas. O, más sutil, lanzarle una señal a la célula objetivo indicándole que debe iniciar el proceso de muerte celular programada induciendo la apoptosis.
Sin estos mecanismos de seguridad, los ataques víricos serían mucho más dañinos. Y los tumores mucho más frecuentes. Lógicamente muchas células tumorales son capaces de escabullirse y librarse de este mecanismo defensivo. Esto provoca, entre otras cosas, que los tumores sean más comunes en ancianos, asociado al deterioro y envejecimiento del sistema inmune.
Como vemos, los procesos de muerte celular son frecuentes y muy importantes. Y para nuestras células, el objetivo fundamental es la supervivencia del individuo, por encima de la supervivencia particular.
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