La piel es un órgano de protección que recubre toda la
superficie exterior de nuestro cuerpo. En un humano adulto, podemos estar
hablando de alrededor de dos metros cuadrados y un peso de entre cuatro y cinco
kilos.
Su grosor es muy variable; rondara entre los 0,5 y los 4
milímetros en la mayor parte del cuerpo. Sin embargo, puede llegar a tener
varios centímetros en zonas concretas (fundamentalmente, zonas con mucho roce),
como la planta del pie.
Corte transversal de piel |
La piel es el principal sistema de protección de nuestro
cuerpo, nos separa del exterior, evita que perdamos agua por transpiración o
evaporación (ayuda a que no nos deshidratemos), ayuda a controlar nuestra
temperatura corporal (gracias a cambios de flujo sanguíneo y a la emisión de
sudor) y cumple otras importantes funciones que iremos detallando en sucesivas entradas.
La superficie de la piel no es totalmente lisa, sino que
presenta un microrrelieve, constituido por infinidad de pequeños pliegues. Por
un lado, la piel presenta los grandes pliegues, visibles con facilidad y que
envuelven las grandes articulaciones permitiendo su movilidad; se les denomina
también pliegues articulares. Por otro lado existen pliegues que aparecen sobre
pequeñas articulaciones, denominados pliegues articulares pequeños. Aparecen
también alrededor de los orificios naturales o de estructuras como las uñas.
Tenemos por otro lado los pliegues musculares, debido a la
presencia de músculos superficiales que mueven la piel, siendo los más
característicos los de la cara (frente, ojos, etc.).
Además, la piel presenta una serie de pliegues más pequeños,
que deben ser visualizados con lupa para su correcto análisis y que constituyen
la cuadrícula normal de la piel. Se trata de una serie de surcos y depresiones
debido a la morfología de la unión dermoepidérmica (que como veremos forma las
denominadas papilas dérmicas) y hablaremos de surcos interpapilares o por las
diferentes ordenaciones de las fibras elásticas y colágenas de la dermis (en
este caso hablamos de pliegues romboidales). Los surcos interpapilares son
especialmente evidentes en las palmas de las manos y plantas de pies y
constituyen las huellas dactilares (o dermatoglifos).
Los pequeños surcos de la mayor parte de la piel conducen o
desembocan a alguno de los diminutos orificios que forman parte de la piel. Los
orificios de la piel están constituidos por tres tipos de estructuras
fundamentalmente: las glándulas sebáceas, cuyo poro se abre a un pelo de mayor
o meno tamaño (salvo en las palmas de las manos donde se abren directamente a
la piel); las glándulas sudoríparas ecrinas, que se abren directamente a la
piel; y las glándulas sudoríparas apocrinas, que se abren a un pelo, pero que
son exclusivas de la zona axilar y anogenital.
En la piel también podremos encontrar eminencias o
elevaciones. Estas pueden ser transitorias (como ocurre con la derivada de la
contracción del músculo erector del pelo, que nos pone los “pelos de gallina”)
o permanentes.
Los surcos naturales de la piel tienden a hacerse más
ostensibles debido al proceso de envejecimiento (asociado a la pérdida de
elasticidad y consistencia de los tejidos) y acabarán formando un último tipo
de pliegues llamados pliegues seniles o arrugas.
La piel se comporta como una cubierta elástica, es decir,
puede ser distendida, de forma que, salvo que traspasemos su límite de
elasticidad, recuperará su posición y forma original. A esto ayudan en parte
los pliegues cutáneos y la composición de las fibras, sobre todo la fibras dérmicas.
La piel presenta una gran capacidad de deformación ante fuerzas externas,
volviendo a recuperar su estado original cuando cesan. Esta capacidad e ve
bastante reducida en casos de deshidratación de la piel.
A la vez, la piel ejerce una importante resistencia frente a
traumatismos, como roces, arañazos, fricciones, etc. Se debe a la firmeza con
la que están unidas las células de las capas superficiales de la piel
(epidermis).
La piel tiene una estructura compleja. Al realizar un corte
transversal y analizar al microscopio podemos comprobar que la piel está
constituida por tres estratos diferentes:
- Epidermis: es una capa de tejido epitelial, homogénea. Es la capa más externa y la única que está en contacto directo con el exterior.
- Dermis: sirve de soporte a la epidermis. Se trata de una capa de tejido conjuntivo laxo.
- Hipodermis: muchos autores no la consideran una capa de la piel. Separa la piel del tejido subyacente, es decir, del hueso o del músculo. Está constituida por el tejido adiposo subcutáneo.
Anatomía de al piel. |
Además, atravesando la epidermis e instaurados en la dermis
(en ocasiones incluso en la hipodermis) se encuentran los anexos cutáneos, es
decir, estructuras derivadas del tejido epitelial que cumplen variadas
funciones. Los anexos más importantes son las glándulas, los pelos y la uñas.
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