jueves, 2 de marzo de 2017

Función nerviosa, tres segundos y un gol.

No solemos ser conscientes de todo lo que rodea nuestra realidad, de la cantidad de decisiones que nuestro cuerpo debe tomar en fracciones de segundo. De cómo funciona el sistema nervioso y mantiene al cuerpo anclado al mundo, cómo analiza los estímulos, cómo ordena respuestas de una forma precisa y preciosa.


Partido de futbol. Minuto cincuenta y dos, veinticuatro segundos. Empate a cero.

Nuestro delantero cruza la medular en dirección a la frontal del área contraria. A su cerebro llega multitud de información procedente de sus sentidos, su piel envía información sobre la temperatura ambiente y la ligera brisa que la cubre, sus odios perciben los gritos del público e incluso podría notar el olor de la hierba cortada a través de sus fosas nasales, o percibir la humedad del aire en la cara interna de las aletas de su nariz .

Solo la parte autónoma de su cerebro reacciona, produciendo sudor o erizando el pelo de su piel. La parte consciente de su cerebro, sin embargo, obviará toda esta información y aunque los impulsos llegan desde los receptores al cerebro, éste la ignorará mediante un fenómeno conocido como inhibición lateral, para centrar toda la atención en lo que realmente importa en ese momento: el balón, la portería, el portero, el gol.

Mira al balón y la luz que choca contra el esférico, el césped, el guardameta, rebota en la materia, traspasa el aire para llegar a su córnea y pasar el iris, tras el cual el cristalino la concentra sobre la córnea y la información visual es transformada en un impulso eléctrico que sale del ojo a través del nervio óptico. (1b)

Los nervios ópticos salen de los ojos para dirigirse al cerebro. Antes de alcanzarlo, se cruzarán de derecha a izquierda: el nervio del ojo izquierdo pasa al hemisferio derecho del cerebro y el nervio del ojo derecho al hemisferio izquierdo.

La información visual atraviesa el cerebro, llega al quiasma óptico y se dirige hacia una zona de corteza situada en la parte posterior, también llamada occipital, del cerebro conocida como corteza visual. Allí se interpreta la información que llega de los ojos, se conforman las imágenes.
Y el delantero ve al portero, la portería y centra su atención, su vista, en el balón para ejecutar el lanzamiento y hacer al esférico volar hacia la escuadra derecha de la meta.

Mira el balón, decide qué zona del mismo debe golpear. Y cómo.

Al cerebro llega información sobre la posición corporal, el grado de contracción de todo el sistema muscular, cómo se encuentra la pierna, la rodilla y el tobillo en relación al resto del cuerpo. (1)

Los tendones envían señales sobre su estado de contracción.  Éstas salen del tendón por un nervio que se dirige hacia la médula espinal y que se conoce como nervio aferente. (2)



El nervio aferente llega a la médula espinal. En la médula podemos distinguir dos zonas, una zona interna, con forma de mariposa, de color grisáceo oscuro y compuesta de cuerpos o somas neuronales. Hay infinidad de neuronas con conexiones internas entre ellas. Es la zona de integración, donde se toman decisiones.

Si en esta zona se interpretase que existe alguna posibilidad de daño severo, se ordenaría el movimiento muscular para evitarlo, sin que exista interacción del cerebro. Esto se conoce como reflejo medular y es el que se desencadena, por ejemplo, cuando tocamos algo muy caliente y retiramos la mano sin pensar, o cuando nos golpean con un objeto el tendón rotuliano y extendemos la pierna.

En nuestro caso no hay reflejo medular que desencadenar, la información debe ser enviada al cerebro. De esto se encargan los cordones nerviosos que ascienden y descienden por las zonas blancas periféricas de la médula. (3)

El estado de contracción de los músculo, por lo tanto, asciende por estas zonas periféricas de la médula en dirección al encéfalo. Atraviesa el bulbo y llega a la protuberancia. Aquí sucede algo parecido a lo que ocurre con los ojos: la información de la parte derecha del cuerpo pasa al hemisferio izquierdo y la información de la derecha pasa al derecho. La zona donde se cruzan los haces nerviosos se denomina decusación de las pirámides. (4)

De la protuberancia la información pasa al tálamo. Y del tálamo, viaja a zonas de la corteza cerebral, repleta de cuerpos neuronales y conexiones entre neuronas que conforman la materia gris. En la corteza cerebral existe un mapeo extremadamente preciso del cuerpo, un esquema que nos hace saber con mucha precisión la posición de nuestro cuerpo, así como las sensaciones que nos llegan por la piel. Se denomina corteza sensitiva. (5)

Si en lugar de información sobre posición, llegase información sobre dolor, esta se quedaría fundamentalmente en el tálamo. En el tálamo el mapeo no es tan preciso y por esa razón el dolor está mucho más deslocalizado que las sensaciones de tacto o contracciones musculares habituales. La patada que nuestro jugador recibió hace unos minutos no le duele en una zona precisa de su pie izquierdo, se duele literalmente en todo el tobillo.

En las zonas de integración se tomas decisiones. Aquí llega información de la corteza sensorial para saber la posición del cuerpo, así como información de la corteza visual para decidir la dirección del movimiento, de forma que la patada impacte en el punto exacto del balón. También se compara con la información recibida con anterioridad, con la memoria, con la experiencia. Y se decide qué tipo de movimiento es el más adecuado para esta situación, dependiendo de la posición del balón, del portero, o dónde está la portería. (6)



Una vez se ha decidido el movimiento, la zona de integración envía la señal sobre qué quiere el futbolista hacer hacia la corteza motora, que es la encargada de ordenar el movimiento de los músculos. Al igual que sucede con la corteza sensorial, en la corteza motora hay un mapa muy preciso de todos los músculos del cuerpo, de forma que el cerebro puede actuar sobre todos ellos de manera muy ajustada, decidiendo el movimiento exacto que quiere llevarse a cabo.

Pero existe, además, un sistema adicional para concretar los movimientos. La zona integradora, además de enviar información a los músculos sobre qué movimiento se quiere hacer, también la envía a una zona del encéfalo denominada cerebelo. Al cerebelo también llega información de la corteza sensorial que le indica cuál es la posición exacta de nuestros cuerpo, del sistema muscular. (7)

En resumen, al cerebelo llega información sobre qué quiere hacer nuestro delantero y sobre lo que realmente está haciendo. Si existen imprecisiones, si el movimiento muscular no se ajusta a lo que la corteza motora ha ordenado, el cerebelo envía información a la corteza motora para corregir el movimiento y ajustarlo a lo que la zona integradora había ordenado.



Cuanto más preciso sea el cerebelo, más preciso es el movimiento. Por ese motivo es más fácil hacer un movimiento preciso moviéndose lentamente que hacerlo rápido, pues se le da al cerebelo más tiempo para actuar y corregir las imprecisiones.

Nuestro delantero ha chutado a puerta tal multitud de veces, ha entrenado tantas veces el movimiento de golpeo, que el cerebelo y las zonas integradoras ya tienen el movimiento muy mecanizado, por lo cual será más fácil para todo su encéfalo precisar exactamente el movimiento de la pierna.
El cerebelo también colabora en mantener el equilibrio y mandará información a la corteza motora para que brazos, abdominales y lumbares ayuden a que la posición global del cuerpo sea la adecuada.
La orden de contracción muscular parte de la corteza motora y de dirige a la médula. Antes de entrar en ésta, se cruza de derecha a izquierda y de izquierda a derecha de nuevo en la decusación de las pirámides. Desciende por los cordones blancos de la periferia y llegan al nervio eferente, que llevará la información desde la médula a los órganos efectores, en este caso los músculos de la pierna. (9)
El nervio eferente parte de la médula y llega al músculo, donde provocará la descarga neuromotora que hará que el músculo se contraiga de manera precisa. (10)

Entonces el cuádriceps se contrae y la articulación de la rodilla se extiende a la vez que la parte superior de la pierna, impulsada por los músculos pectíneo, psoas y abdominal impulsa hacia delante toda la pierna. El pie se coloca ligeramente en lateral para que el impacto con el balón tenga lugar con el empeine. (11)

Minuto cincuenta y dos, veinticinco segundos.

Con el choque, la energía muscular se transmite de la pierna al balón. Entonces el balón vuela, desplazándose con un movimiento acelerado.

El corazón del delantero late a doscientas pulsaciones por minuto, sus pulmones toman aire en profundidad con un ritmo de unas veinte inspiraciones por minuto. Sus músculos necesitan obtener energía mediante la combustión de glucosa, por eso su cuerpo requiere una gran cantidad de oxígeno.
El ritmo cardiaco y la frecuencia respiratoria son controladas por una zona del encéfalo llamada bulbo raquídeo, justo al final de la médula. Adecúa estos ritmos a las necesidades del cuerpo.  Es una zona esencial del encéfalo y cualquier daño en esta zona sería fatal. (12)



Tras el esfuerzo, viene un momento de relax, todo se para mientras el esférico traza su trayectoria ligeramente curvada, por encima de la mano del portero, pasa ligeramente por debajo del larguero y se envuelve con violencia en la red de la portería, que lo frena y lo devuelve al suelo con cierta dulzura.


Minuto cincuenta y dos, veintisiete segundos. Uno a cero.


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