sábado, 7 de mayo de 2011

El príncipe de los anfibios.

Los anfibios no pasan por un buen momento. El cambio climático, el ataque de ciertas especies fúngicas, la destrucción de buena parte de sus hábitats naturales y otros factores (antropogénicos en su mayoría) han hecho que, a día de hoy, se estime que más del 40% de especies se encuentren en serio peligro de extinción.

Rindámosles, pues, un tributo a estos animales.

Se trata de los primeros tetrápodos (al menos dentro de los cordados). Aunque consiguen colonizar la tierra firme, aun dependen en gran medida del medio acuático. Por ejemplo, su piel tiende a desecarse con facilidad, por lo que deben habitar zonas húmedas. Y como son anamniotas, sus fases larvarias se desarrollarán en el agua, aunque sus fases adultas vivan en tierra firme.

La piel no tiene formaciones externas específicas. Las únicas formaciones córneas que encontramos serán concretas de algún estado de su vida, como los dientes córneos de los jóvenes, estructuras para la sujeción de la hembra durante el apareamiento, o espolones córneos para excavar la tierra (estos últimos pueden ser permanentes). Carecen de pelos. Aparecen, sin embargo, glándulas mucosas abundantes y numerosas. Producen mucosidad dque mantine húmeda la piel. Trata de paliar de alguna manera el problema de la deshidratación, extendiendo agua por todo el cuerpo. Esta agua se evapora y por eso debe vivir en ambientes húmedos o salir del agua solo por la noche, cuando aumenta la concentración de vapor de agua ambiental.

Salamandra salamandra
Otro tipo de glándulas son las serosas. Son de mayor tamaño y están más localizadas, generalmente en la parte dorsal del cuerpo, aunque pueden aparecer en otras localizaciones y nunca aparecerán por todo el cuerpo.

Estas glándulas producen, en ocasiones, alcaloides tóxicos, específicos de cada especie, en general de color blanqueciono y que serán letales por inyección o inoculación, usándose como mecanismo de defensa, no usándose para la caza.


La secreción de sustancias sobre la piel es un mecanismo de defensa presente en multitud de anfibios.

Bufo Bufo
Las salamandras comunes (Salamandra salamandra) están impregnadas de una toxina de efectos muy leves sobre nuestra epidermis (el estrato córneo es impermeable a la misma), pero que puede causar irritaciones si entra en contacto con mucosas o semimucosas, incluso provocar problemas más serios si llegase a entrar en contacto con la sangre. Pese a esta inocuidad, el pobre caudado no logra librarse de una especie de leyenda negra, cuyo origen se debe sobre todo a una arraigada significación mitológica.
El sapo común (Bufo bufo) no solo posee sustancias irritantes cubriendo su piel, también es capaz de propulsarlas, a partir de sus glándulas parótidas, cuando se siente amenazado.

Rana de la familia Dendrobatidae
La piel de las ranas de la familia Dendrobatidae han sido usadas, desde tiempos inmemoriales, por los nativos de las selvas centroamericanas para envenenar las flechas (de ahí que sean conocidas como ranas veneno de dardo o ranas punta de flecha). El secreto se encuentra en las pumilotoxinas, que realmente no son fabricadas por la rana, sino por artrópodos que forman parte de su dieta.

Hay quienes, excediéndose en el racionalismo, han querido ver en el cuento infantil de la doncella que besa a un sapo, una interpretación popular de la existencia de sapos que segregan en su piel sustancias alucinógenas. Vamos, que el posterior príncipe encantado no dejaría de ser una ensoñación psicodélica (al fin y al cabo, qué bella damisela cortesana no desearía encontrarse con un noble heredero a la orilla de una charca).

Bufo Alvarius
El sapo alucinógeno más conocido es el Bufo alvarius, capaz de segregar una potente triptamina psicoactiva denominada bufoteína (o algún otro derivado químicamente similar). Una breve búsqueda en Internet hace a uno descubrir una amplia comunidad de personas interesadas en hacerse con ejemplares de este animal (lo que nos permite comprender lo que es capaz de hacer la gente con tal de colocarse).


Pero si debiésemos elegir al príncipe de los anfibios, el título debe recaer en el sapo más poderoso del ancho espacio sideral, aquel al que la evolución le concedió el don de dominar las mentes, el más sugestivo de los anuros: adoremos todos al gran hipnosapo.





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